miércoles, 20 de enero de 2010

Con los ojos cerrados me ves mejor

Zelaya y Jean Jaurés, algunos minutos pasan de las 23. El hall del Centro Argentino de Teatro Ciego, espacio cultural para que no videntes desarrollen sus capacidades actorales, queda en penumbras, un anticipo de lo que adentro espera. Gerardo, uno de los protagonistas de La isla desierta acota:”Dejen el ritmo agitado de la ciudad afuera”. Se organizan filas de diez a cinco espectadores para ingresar en la sala, escoltados por los actores; quienes en todo momento ayudan a la correcta ubicación en las sillas. Resulta inexplicable el paso de la luz al mar de sombras que esconde el teatro, el cuerpo y la mente ya no son los mismos. Los ojos ven la espesa negrura, parecida a la nada misma. El espacio pierde dimensiones y el escenario está en todos lados, alrededor y sobre los presentes. Luego de unos minutos y ya acostumbrado al cambio de ambiente, el público está listo para deleitarse con la obra.

El murmullo imperante se rompe al ritmo de un tango que empieza a sonar. Una maquina de escribir, luego varias, su bullicio despega la imaginación de la audiencia. La escena se sumerge en una oficina frente al Puerto de Buenos Aires. Por momentos la audiencia queda en medio del alboroto de la oficina, manifestaciones sonoras y aromáticas vuelven aún más impresionante la experiencia. Es en medio de este mar de sensaciones, los personajes empiezan a exponer su personalidad. Quien se hace notar, por su carácter, es Don Manuel, con sus 40 años de trabajo, pieza clave de esta historia. Junto a él, los trabajadores dejan al descubierto el mundo de las oficinas: las condiciones de trabajo y la autoridad -por momentos excesiva- ejercida por su jefe.
El conflicto que tienen los empleados es que los ruidos del exterior los desconcentran, de esta manera no pueden realizar su trabajo con efectividad, lo cual irrita al superior. La aparente solución es irse al sótano, donde la luz eléctrica -a diferencia de la natural, presente en los otros pisos- sí bien los molesta, prefieren esas condiciones. Las ocurrencias de los personajes hacen esta parte del espectáculo fresca, dinámica. Sus voces, sus pasos y sus risas deambulan por todo el recito, al mismo tiempo que éste se llena de magia. El espectador vive –desde la imaginación- lo cotidiano de ese trabajo, visto bajo la sagaz lupa de Roberto Arlt. El mismo bandoneón tanguero que abrió el espectáculo cierra el primer acto.

La segunda parte dobla la apuesta. Entra en escena el barrendero, Cipriano, un pícaro cordobés. Su aparición da una vuelta de tuerca y pone a los demás personajes alrededor de sus historias. Los tatuajes de su cuerpo son el disparador para que este personaje introduzca sus narraciones extraordinarias. Los rincones más inesperados del mundo llegan a la audiencia mediante experiencias táctiles en donde nadie es tocado, un realismo digno de destacar que mantiene en vilo a la audiencia. Para el final, desde las penumbras emerge en cada uno de los espectadores el mensaje que deja Artl a través de esta obra. Aquel mundo laboral que rige el destino del hombre, décadas después, no deja de perder vigencia.

Durante la obra no existe el sin sentido del apuro, los relojes no acechan. Las tensiones diarias quedan en la puerta del teatro. Adentro, la oscuridad acuna los más maravillosos momentos. El Centro Argentino de Teatro Ciego hace la diferencia con su propuesta y sus espectadores son los principales beneficiados. Es correcto afirmar que hay un antes y un después de La isla desierta; las cosas no se vuelven a ver del mismo modo.

Cuando lo esencial es invisible a los ojos

Luego de un receso de verano, esta semana reinauguró la exposición de humor gráfico “Los pibes de la calle”. El Espacio de Arte Contemporáneo Pasaje 17, Bartolomé Mitre 1559, abre sus puertas hasta el 26 de febrero, de lunes a viernes de 11 a 19.



Después de "Bajemos un Cambio: Los humoristas y la seguridad vial", los artitas gráficos más reconocidos abordan la marginación y la falta de vivienda con impecables reflexiones. Participan Caloi, Crist, Sábat, Sendra, Tute, Rep, Daniel Paz, Langer, Peni, Kappel, Maicas, Tabaré, Jorh, Pati, Max Aguirre, Parés, Marito y Wolf/Toul.


Organiza la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC) y Caloi en su tinta Producciones. Además, el espacio cultural entrega a los visitantes un catalogo de gran calidad donde se aprecian todos los trabajos expuestos.

El ritmo cotidiano y el modo de vida que se nos supone han hecho que estos niños hayan desaparecido a la vista de gran cantidad de ciudadanos. Sin embargo, a través de la revelación artística, este grupo de humoristas gráficos ha logrado codificar la imagen cruda de la realidad en ágiles remates sobre esta problemática.

Con la “invisibilidad” en primer plano, esta muestra se convierte a nuestros ojos en una pincelada de color que nos devuelve a lo cotidiano. Con humor- y varios otros condimentos- los artistas de ocasión nos hacen recordar que estos chicos pertenecen a nuestra sociedad; aunque muchos busquen que les temamos y rechacemos.

“Y si tuvieras alguna vez una infancia, ¿A que te gustaría jugar?” lanza con cruenta inocencia un niño a su amiguito, con quien duerme tapado entre cartones e indiferencia. Se trata de un puntilloso trabajo del artista Peni.

El anclaje de la muestra es la Declaración de los Derechos del Niño (Asamblea General de las Naciones Unidas, 1959). La exposición pareciera ir a contrapelo de cada uno de sus artículos. El grafismo más acertado, en este sentido, es la ilustración de Diego Parés que muestra a un niño desnutrido comiéndose la Constitución Nacional.

“Más que una muestra es un llamado de atención”, enuncian Kappel y Nando, coordinadores de la muestra. Con los años la presencia, y el futuro, de los chicos y chicas en situación de calle se ha tornado fantasmal, casi un susurro para indiferentes caminantes. Lo esencial es retornarlos de esta triste realidad, por más que sean invisibles a muchos ojos.

martes, 19 de enero de 2010

“Mi homenaje a Gardel es cada vez que subo a un escenario”

Pasión de juventud es lo que define a Esteban Riera. En esta entrevista nos relata como fueron sus primeros pasos



En la actualidad este joven tanguero es parte del espectáculo "Vibraciones del alma", un show de tango-danza donde los himnos del tango resurgen con la potencia de su voz. Estuvo junto a Julio Bocca y a tantos otros maestros a lo largo de su carrera. De chico descubrió la magia del dos por cuatro, casi como un llamado del destino y nunca más se alejó de ese rumbo. En este encuentro narra su paso por los festivales más importantes del género y cómo llego a editar Soy cantor, su primer disco. También nos habla del reencuentro con el cantor que le inspiró la música de Buenos Aires.

Ahí va un tango

La relación entre Esteban Riera y el tango comenzó como un amor a primera vista. El piso de Si lo sabe cante, mítico concurso musical conducido por Roberto Galán, fue donde, con sólo 18 años, conoció el dos por cuatro: “Escuché a un muchacho cantar un tango. La música me llegó de una manera especial. Yo estaba con la música anglosajona, más de rock. Cuando lo escuché dije “ah, ¿qué es esto que nunca antes había escuchado con atención?” Ahí me empecé a familiarizar con el tango. Tras eso, el papá de un amigo me regaló un CD del polaco Goyeneche, con ese disco me enamoré del tango”.

Pensamiento tanguero

Riera seleccionó un repertorio: “Fue con el que comencé a presentarme. Cantaba música melódica, de tanto en tanto mechaba algunos tangos”. Las coincidencias de la vida, acaso el destino, una vez más fue a golpear a su puerta. Una noche que cantó en un jardín de infantes, Claudio Tagini, el hijo del famoso autor, Armando Tagini, oyó su voz. Le sorprendió que alguien tan joven cantara tango, le aconsejó “encarar más”. No sólo eso, también lo invitó a participar en Proyecto Tango, asociación civil del Abasto. Allí el objetivo era reinsertar el tango en la familia a través de los jóvenes. Tras visitar el barrio, Riera comenzó a empaparse y a volcarse “definitivamente en el género”.

Chamberguito de los gauchos

En ese momento, trabajaba en un estudio contable jurídico, hacía tribunales y escritos, estaba en la facultad de derecho de la UBA. Por el otro lado, los ratos libres los dedicaba a sus presentaciones entonando el dos por cuatro. Hasta que entre 2003 y 2004 su carrera musical tomaría una recta, que lo llevaría del Abasto a Cosquín. A fines de 2002, ganó la undécima edición del concurso Hugo del Carril, organizado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad. Por ese entonces, Riera se hizo amigo de la gente de Almatango, que estaba en Sarmiento y Bustamante. Tuvo un lugar en el espectáculo de los sábados. Un día Ofelia, la dueña, lo anotó para audicionar en el pre Cosquín. “Me dijo que el tango es el folclore de la ciudad, me tenía fe”, recuerda el artista. “Después de dudar fui. Pasé las dos rondas y quedé”. Allí ganó como solista vocal masculino y fue a cantar al festival mayor. “Lo que menos esperaba era salir revelación de Cosquín 2004”, rememora con asombro.

Soy cantor

De regreso a Buenos Aires, haber representado a la ciudad en un festival le abrió “muchas puertas”. En este sentido, lo llamaron de la Secretaría de Cultura, le ofrecieron, en compensación, actuar con la Orquesta de la Ciudad, dirigida por el maestro Raúl Garello. El día del estreno “fue doble el desafío”. “Antes de ingresar a la Orquesta de Tango de Buenos Aires Riera sólo había tocado con dos guitarras. Esta vez, pasó a tener cuarenta músicos atrás y el estreno del tema Soy cantor, que ganó como composición inédita en el Hugo del Carril. En el marco del Día del Tango, 11 de diciembre, en el teatro Astral se dio el reto. “Fue un momento único. Cuando salí al escenario me temblaba todo el cuerpo. Después hubo una gran ovación”, afirma. En este marco, renunció a su trabajo de oficinista: “Quería crecer con la música”. Ese mismo año, vio en un diario una convocatoria de artistas, el ganador podía grabar un disco. La selección fue en el festival cordobés de La Falda. Quedaron cuatro finalistas, de la ciudad. A través del voto de la gente, Riera ganó y al año siguiente presentó su disco. El momento de grabar Soy Cantor para Riera fue una experiencia “muy fuerte”.

Barrio reo

“Me he vinculado mucho con gente del Abasto a través de distintos puntos donde trabajan con el tango”, reconoce. De la zona subraya: “En estos últimos diez años este barrio le ha dado mucha identidad a nuestra cultura, es para seguir ese ejemplo. Va más allá del legado de Gardel, es la gente que conforma este barrio la que generó el protagonismo que tiene hoy el tango”. Por otro lado, reflexiona: “Es importante defender la cultura nacional a través del barrio”.

El cantor de Buenos Aires

Para que sea tango, hay que mencionar al Morocho. En palabras de Riera: “Para mí los homenajes a Gardel son cada vez que me subo al escenario, es el tango por excelencia”. Más allá, de su música, este cantor rescata que “uno a cualquier parte que vaya, Carlitos no es sólo sinónimo de tango, sino de la Argentina”. “Uno se siente orgulloso de estar representado por un artista de tal naturaleza, de que haya sido argentino y que haya hecho tango. Es parte de nuestro ADN” afirma con entusiasmo. En su memoria, el tanguero afirma que el Morocho del Abasto “está presente todos los días” de su vida; “no sólo el 24 de junio y el 11 de diciembre”.

Buenos Aires, cómo quisiera

“Se está volviendo a instalar el tango”, reconoce, en comparación con décadas anteriores. Por eso, rescata que se lo fomente: “En la ciudad con festivales, hay una movida importante, como es el Festival Internacional de Tango de Buenos Aires, este mes”. Va a ser el primer año en que se presente como solista, estuvo en ediciones anteriores como invitado de un sexteto. Por otro lado, el año pasado presenció el Mundial y el Festival Internacional de Tango. “A uno le gustaría que fuera más seguido”, bromea. Dicho sea de paso, este cantor afirma: “Es importante que el tango trascienda la ciudad y se hagan grandes festivales en otros puntos del país, como el de La Falda en Córdoba, que tiene un gran nivel. Hay artistas consagrados y nuevas generaciones, por eso uno siente que le dan lugar. Es lo que a nosotros nos anima a seguir haciendo cosas”, manifiesta. En este sentido, arriesga: “Hoy en día hay un reducto muy importante de jóvenes tangueros”.

Yo no sé qué me han hecho tus ojos

Como gran conocedor de esta música de arrabal, Riera afirma que el tango “posee un nivel de excelencia”. Reconoce que “es respetado por músicos de otros géneros”. Más aún, el tango es “admirado por la gente que hace música clásica, género de elite”. Las razones son muchas y algunas no poseen una explicación a ciencia cierta, pero Riera arrima su versión: “Esto se debe a que posee pasajes musicales complejos. Es para sentarse y escuchar con detenimiento. Con la letra pasa lo mismo, los tipos desarrollan una historia a través de una canción. Eso es lo interesante del tango y lo que lo ha mantenido vivo durante todos estos años”. “Es misterioso que a todos nos llama un poquito”, señala entre risas.

Volver

Como un tango, la historia del regreso se hace presente en la vida de Riera. Aquel muchacho que despertó su vocación de tanguero, Volvió una noche: “Hace un año atrás estaba comiendo en una pizzería y lo veo entrar. Se llama Carlos Leguiza, me quedó grabado el nombre del día que cantó. Me acerqué y rememoramos aquella ocasión. Le dije que con su canto me había despertado el interés por el tango. Resulta que me conocía de nombre. Fue lindo verlo otra vez y decirle gracias, le tenía que agradecer por aquel momento”, asegura. “El tipo asintió con una sonrisa, como diciendo enhorabuena que uno va sumando discípulos”, concluye Riera.

El milagro del tango fue a golpear a su puerta de chiquilín. Hizo Escuela de tango con los grandes como Tagini y la Orquesta de la Ciudad. Su voz se mezcla con Música de bandoneón, para arrancarle una sonrisa al Morocho, que lo aplaude bajo una luna de arrabal. Gime bandoneón de tango gris, que Riera le pone el alma a la milonga de Buenos Aires

lunes, 18 de enero de 2010

TU TE ríes con su arte

Anochece en uno de los barrios más tangueros de la ciudad. Luego de unos minutos, sale de su estudio Juan Matías, recién termina el cuadro para el diario donde publica sus trabajos. A primera vista resulta difícil relacionar al mítico humorista con el simpático muchacho que invita a pasar a la habitación, donde nace la magia de sus personajes. Para tratarse de un arista, ésta está bastante ordenada; su mesa de dibujo, sus materiales. Las paredes exhiben estantes llenos de libros y dibujos de colegas. Luego de prender un cigarrillo, todo está listo para que Tute ilustre esta entrevista.





-¿Cómo eras cuando estabas en la secundaria?


-La secundaria fue una linda época, mi característica más sobresaliente en el grupo de amigos era, ya que sabia dibujar, la de satirizar las situaciones, las salidas. Era bastante tranquilo, bastante callado; era de los que se sentaban en el fondo. Fui bastante vago también, un vago cumplidor. Es decir, faltaba bastante, me rateaba bastante pero a fin de año cumplía con todo. Me llevaba varias materias por año, siempre eran matemáticas, químicas.

-Esa vagueza se ve reflejada en una anécdota tuya, cuando le dijiste a tu viejo donde querías trabajar...


-Tenía ganas de trabajar en un garaje para ganarme mis primeros mangos y poder dibujar. Como veía que en los garajes a la noche se trabaja muy poco, me imaginaba con una luz dibujando entre auto y auto. Mi viejo me sacó cagando (risas)

-¿Cuáles fueron los hitos que torcieron tu estilo y te llevaron al humor que haces hoy en día?


-Hubo una transformación grande pero que no se dio de la noche a la mañana, sino que llevó muchos años. Una de esas fue despegarme de la influencia de mi viejo. Desde el punto de vista del dibujo, fundamentalmente, pero también desde las ideas. El segundo fue una consecuencia de esta primera transformación, consistía en empezar a pensar, escribir y dibujar cosas que tuvieran referencias mías. Dejé de hacer un humor más de oficio para hacer algo que tuviera que ver conmigo; tenía que ver con lo que me pasa, con lo que siento, mi mirada sobre las cosas. Hasta fue un poco inconsciente también, es decir, por un lado sí hubo una búsqueda consiente de separarme de mi viejo. Pero el resto fue la misma búsqueda que me hizo ir encontrando un estilo o encontrándome a mí mismo.

-¿Ese cambio lo viviste con vértigo o resultó placentero?


-Fue muy placentero el final del cambio. Para mi el libro ( Tute, ed. Sudamericana 2007) fue el momento en que me di cuenta que algo había cambiado. Agrupar todos los dibujos y ver que tenían un hilo conductor, como decía alguien “cuando todas la palabras miran para el mismo lado”. Me dio placer ese cambio profundo.
Antes, cuando hacía los cuadros diarios, tenía carpetas armadas- deporte, psicoanálisis, etc. En ese momento también me di cuanta que algo estaba cambiando, cuando podía prescindir de esas carpetas. Eso estuvo bueno porque ya no me ponía a pensar “¿hoy chiste de astronauta o chiste de deportes?”. Sino, me ponía a pensar algo con total libertad.


-¿Cómo manejabas el hecho de ser el hijo de Caloi?


-Era cuidadoso, nunca decía quien es mi viejo. Cuando iba a los diarios no decía: “hola soy Tute, el hijo de Caloi”. En mi primer trabajo, en el diario La prensa, se enteraron al año o a los dos años. No lo sabían hasta que alguien llamó y pidió hacer una entrevista con “el hijo de Caloi”. Recién ahí se enteraron. Lo padecí más en la primaria con el asedio de todos los pibes en épocas en que Clemente era muy famoso, en la televisión.

-Hay un chiste tuyo que dice:”Soy una persona que no se arrepiente de sus errores bien cometidos”. ¿Te ves reflejado?


-Me gustan muchísimo los juegos de palabras. Pero sí, soy bastante testarudo, bastante cabeza dura. No me siento reflejado enteramente. No todo lo que hago es autoreferencial. A veces es la mirada sobre el otro.

-Muchos cuadros tuyos hablan del psicoanálisis ¿Cuál es tu relación con él?


-Hice terapia muchos años. Encontré al psicoanálisis como una técnica muy ligada al arte y a cosas que a mí me interesan mucho como en el análisis de las conductas humanas. Como se relaciona la gente. Como nos relacionamos con el afuera y con el adentro. Eso es una cosa que me interesa muchísimo. Incluso a mi pesar, estoy atento a como se dan las relaciones. También se ve reflejado en lo que hago. Es ese parentesco con la poesía, la búsqueda de los sentidos detrás de los sentidos; es muy interesante y tiene mucho que ver con la metáfora. Las palabras que se esconden detrás de otras palabras. Palabras que significan más de “una cosa”, muchas cosas, que tienen un carácter polisémico y eso hace de “la cosa” algo interesante. Que no tenga un carácter unilateral, sino muchas cosas al mismo tiempo.

-¿Te llevaste sorpresas en cuanto a vos, no?


-Me llevé muchas sorpresas de mí mismo, como todo el mundo (risas). Me inventé una excusa para empezar, cuando era adolescente. Hace un año o dos que no hago. Hay una frase que dice que “después del psicoanálisis nadie es inocente”. Me ayudó a eso, en cuanto a mi carrera, a lograr un tipo de lectura un cacho más profunda que antes.

-¿Para vos qué es el éxito?


-Es muy amplio pero lo resumiría en poder hacer lo que uno quiere. Es perseguir al deseo. Conseguir algo de ese deseo, agarrar para otro lado y volver a perseguirlo. Eso es, un movimiento, una búsqueda. También es poder vivir de eso, yo creo que sería bastante infeliz si no se pudiera vivir de lo que hago, sino pudiera desarrollarme.



-¿Qué sentiste cuando leíste el prologo que escribió Dolina para tu libro?

-Que alguien como en Negro, a quien admiro profundamente desde hace mucho tiempo, escribiera eso me puso súper contento. Con que el diez por ciento de lo que puso ahí sea realmente lo que el piensa... (Risas).

-Los dibujantes de tu generación tienen cierto respeto con vos y tu obra, ¿cómo lo vivís?

-Con agradecimiento, me alegro de que gente de mi misma edad, que esta en lo mismo que yo respete lo que hago. A mi me parece que a diferencia de otras épocas no hay mucho espacio por un lado y no hay mucha cantidad, quizás por esta falta de espacio, de dibujantes con humor de autor. Tipos que no hagan a Kirchner como un pingüino porque hay que hacerlo y es lo que demanda una línea editorial. Sino la mirada del tipo detrás de la obra. Digo la obra...parece demasiado pretencioso...los dibujos, lo que hace, su arte. A mí me gusta encontrar tipos que presenten, aunque pequeños, nuevos universos. Como pasa más allá del humor gráfico, de la historieta; como pasa en la cultura, en el cine. Me parece que hoy en día el humor gráfico es una especie en extinción. En la historieta hay mucha gente que dibuja bien y tiene buenas ideas.


-¿Qué ventajas y desventajas ves del dibujo a mano y del hecho por computadora?

-Yo hago la página dominical y la tira a mano y después uso la computadora para aplicar color. La ventaja de lo digital es que podés probar muchas cosas. Ir, venir, cortar, pegar, volver atrás; jugar con el tiempo, algo fundamental (con énfasis). En cambio en el papel, vas para adelante. Con una línea de más podes usar pintura blanca para arreglar, pero es tanto más práctica la computadora. Por otro lado, el diario reproduce mucho mejor el color digital que el pintado a mano. Pero esas serían las cuestiones menores, me gusta, siento placer pintando en la computadora; también a mano. Es cierto que hace dos o tres años que no hago nada pintado a mano. Hace unos años estaba hablando con mi viejo acerca de cambiar el placer de tirar un manchón de tinta, hoy no sostendría eso.

-La gente te relaciona como un autor que hace “humor más reflexivo”, por decir así, muchos se sienten identificados...

-Lo encuentro en los mails que mandan los lectores; es lo que le pasa a todo el mundo. Por ejemplo, encuentro a Lidia Borda en lo que canta, como vibra su vos; por eso le escribí, de la misma forma que hacen conmigo. En los correos la gente me cuenta que se siente identificada, que le pasan cosas parecidas, creo que eso es lo que genera ese humor “más reflexivo”. A mi me pasa con los tipos que admiro, siento que supieron de alguna manera decir algo que a mí también me pasa, porque yo también siento que lo supe expresar. Eso es lo que me conmueve.

-En una entrevista hecha hae un tiempo dijiste que tu objetivo ,con un personaje propio, era hacerlo lo más libre posible y no estructurado, ¿Creés que lo conseguiste?

-La tira de Batu viene creciendo. Todavía no llegó a su techo. De hecho, trabajo día a día y yo mismo me sorprendo. Considero que estoy cumpliendo con ese objetivo. Por otro lado, Creo que los personajes tienen un cierto tiempo de vida. Voy a seguir todo el tiempo que tenga ganas de hacerlo, mientras me siga divirtiendo. Como decía en Negro Fontanarrosa, “si uno se divierte, divierte; si uno se aburre, aburre”(risas) .

jueves, 14 de enero de 2010

“El tango es una obra de teatro”

Entrevista a Osvaldo Peredo, quién canta tangos en El boliche de Roberto, lugar histórico de Almagro


Osvaldo Peredo evoca con su figura la magia de cantores y compadritos que el barrio de antaño forjó en la mitología porteña. Con sus casi ochenta abriles, entona tangos con el fuego que sólo los apasionados logran encender. Su entrega en cada tema le vale la ovación del público y la admiración de colegas. Hace 15 años encanta con su voz en El boliche de Roberto, histórico bar almagrense donde se dice que también cantó Carlos Gardel.


¿Qué era lo que más te interesaba de joven?

Vivía en Boedo, en Independencia y Loria. En mi época estaba la pasión por el fútbol y el tango. A los 17 años Jugué un tiempo en la tercera división de San Lorenzo, allá por el 46. En la radio desde de la mañana hasta la noche había tango. Entonces empecé con un profesor de canto.

¿Estuviese en algún grupo luego?

Un amigo me ofreció estar en una orquesta de barrio, en Pompeya. Eran tipos que laburaban de otra cosa y hacían música los sábados, domingos y feriados. Había un bandoneón, violines y contrabajo.

¿Cómo fue que estuviste en el exterior?

Se dio la oportunidad para ir a Colombia y allí retomé el fútbol. “Contra el destino nadie la talla” (risas), porque aunque desde San Lorenzo estuve sin jugar, volví a las canchas a los 23 años. Jugué en el Sporting de Barranquilla, Colombia. Allí viví 4 años.

¿Hiciste carrera musical afuera?

Un amigo que había jugado en San Lorenzo, me aconsejó que fuera a Medellín, porque “había sensación por el tango”. Escuchaban más que acá. Ahí grabé en las discográficas Seiba, Londina y fonoluz. De ahí pase a Cali, Bogota y luego a Maracaibo en Venezuela. Grabé boleros para la televisión de ese país; donde viví tres años.

Cuándo volviste a Buenos Aires, ¿Seguiste cantando?

Retorné en el 60, en ese tiempo el tango no era de acá. Eras un viejo si lo escuchabas. Empecé en el Rincón de los Artistas en 1977. Estaba ubicado en Jonte y Boyacá, Paternal. Estaban todos los leones como Alberto Morán y Roberto Goyeneche. Éramos una tira de 8 cantores. La noche era muy movida, lunes, martes, miércoles y el fin de semana tenías triplete; se iba de un boliche a otro.

¿Cómo llegaste hasta Lo de Roberto?

Más tarde y luego de trabajar de diversos oficios, en 1993 llegué a El boliche de Roberto, Bulnes 331, un bar de tipos que jugaban al truco. Un muchacho, Agustín Ortega, con un bandoneonísta, empezaron a hacer espectáculos a la noche. Roberto Medina, el hijo del autor de Pucherio de gallina y yo empezamos los jueves. Después nos desencontramos con el bandoneonísta. Fusionamos jueves, viernes y sábado los que habíamos quedado. Ahora toco con otros dos muchachos. El martes estoy con el cantante Leonardo Toscani y el jueves junto al guitarrista Leandro Nikitoff. Hace 15 años estoy acá, dicen que Gardel cantó es este boliche. Habrá sido de pibe, porque él trabajaba en una imprenta a la vuelta.

¿Cómo fue grabar tu primer disco?

Con respeto al disco “Tango”, editado en 2007, lo comencé con un productor no lo terminó. Entonces un amigo me dijo: “¡Cómo no tenés un disco!”. Él no es del palo, pero le puso el pecho y la mosca. Es extraordinario por la grafica, el diseño. Además, el disco viene con un DVD. La mezcla la hizo Horacio Gallo. Para mi es un placer.

¿Qué tenés en cuenta cuando estás en un escenario?

Arriba del escenario hay que interpretar el tema que uno canta. En ocasiones tenés la pinta de perdedor, de enamorado, o irónico. Es como una FM, te pasaste un cachito del dial y te pasaste a otro tango. Yo soy el mejor de los cantores, porque me di cuenta que tenia que aprender. El profesor con el que me instruí dice que la voz es espíritu, es transmitir con verdad. Tal como los buenos actores.

¿Te gusta Gardel?

Me gusta mucho el Morocho. Mi profesor me dijo por qué Gardel es de otro planeta: El zorzal no es mentiroso ni vende espejitos cuando canta. Gardel es lo más natural, no sé si será el mejor, pero es quien más me llega, el que más me convence. El tango se trata de eso.

¿Qué es lo que más te atrae del tango?

El tango tiene material para abarcar, por ejemplo Sus ojos se cerraron es el drama de un tipo al que se le muere la mujer, en un repertorio pasas de ahí a otro tema y te tenés que cambiar de pilcha. Tiene muchos carriles, es por eso que se prenden mucho los jóvenes con esta música. El tango para mí es una obra de teatro, si la sabés comprender estás más cerca de los cantores, de aquellos que sufren, a los que le salen los sentimientos pa juera. Esos son los que te dejan un mensaje.

domingo, 3 de enero de 2010

Entrevista a Max Aguirre

“Gráficamente la figura de Gardel es impresionante”


Max Aguirre es un laburante de larga data. Desde fines de los ochenta se desempeña en agencias de publicidad, productoras y editoriales. Además, como historietista, en la actualidad forma parte de del A-D-A, Asociación de Dibujantes Argentinos, y de la A.H.I. Rosario, Asociación de Historietistas Independientes. Aparte, es miembro del colectivo Historietas Reales, portal digital donde cada autor publica semanalmente una historieta autobiográfica.

En este sentido, su trabajo más reconocido es el de la tira “Jim, Jam, y el otro" que, creada en 1999, se comenzó a publicar desde fines de 2007 en el diario La Nación. A dúo con el dibujante Sebastián Doufur, este año se lanza en la aventura de guionar la historieta Tango Cruzado, donde el protagonista no es otro que Carlos Gardel. Desde el Abasto, barrio del Morocho, no quisimos perder la oportunidad de dialogar con este gran artista sobre cómo ve a este personaje emblemático, además de aprovechar la ocasión para dialogar sobre su relación con el tango.

¿Cuándo te empezó a gustar el tango?

No hubo un "cuándo me empezó a gustar" porque siempre me gustó, el tango forma parte de mi vida cotidiana, cuando chico porque estaba en los discos de casa, en la radio y en mi vieja que es cantora de tangos y mi viejo que es guitarrista, estaba en las reuniones familiares que siempre resultaban en peñas llenas de amigos músicos y nunca fue vivido por mí como una imposición ¡Ojo! también había música latinoamericana, folcklore y otros sonidos en casa, pero la preponderancia era tanguera. Es así, me crié en tango, luego la vida y la propia curiosidad me ofrecieron muchos otros colores para completar la paleta musical, cosa que agradezco con alegría. En la actualidad voy a shows de tango; alguna vez fui a una milonga, tal vez vuelva.

¿Por qué Gardel para hacer una historieta?

Tango Cruzado, es una historieta que tiene a Gardel ¿Por qué Gardel? Ni sé, surgió... Puesto ante la premisa de hacer una historia de tango, Gardel resultó ser el más pregnante de los personajes de la mitología tanguera, quizá el único que trasciende las fronteras del género y se vuelve un icono, además gráficamente su figura es impresionante, uno no puede desperdiciar la oportunidad de tenerlo como personaje... y al margen de lo gráfico y emblemático, es fascinante, Gardel y sus guitarras: Barbieri, Ricardo y luego Riverol y Petorossi, estaban creando una estética, un sonido y eso es increíble... fueron artífices de una instancia creativa reformuladora para la cultura popular, eso siempre me ha resultado mágico.

¿Cómo trabajaron con el dibujante la estética de la historieta? ¿Estaba en sus planes el resultado o fue una búsqueda hasta lo que hoy se publica?

Es una búsqueda. Yo a Sebastián (Dufour) lo conozco hace años, somos amigos y admiro su trabajo y conozco su búsqueda estética. Sin embargo, puestos a trabajar en conjunto para una historieta todo era un experimento, él jamás había hecho historieta antes y yo salvo muy aislados casos, nunca me había dedicado a hacer solamente el guión ya que mis trabajos son integrales. Yo escribo en procura de darle herramientas para el lucimiento visual, sin que por eso se traicione el clima general del relato, y él va descubriendo a medida que va avanzando los potenciales que ofrece la historieta como lenguaje y los va poniendo en práctica con gran calidad.

¿Por qué creés que Gardel es reconocido como un icono para Buenos Aires y para el tango?

Creo que para el tango es una pieza fundamental como intérprete y como compositor, un reformulador, un creador y para Buenos Aires, hoy en día, un icono más cercano al pintoresquismo turístico que a otra cosa. No tengo datos, pero dudo que entre los argentinos menores de 40 años, sea muy alto el porcentaje que escucha a Gardel, que lo tiene como parte de su discoteca... es más, dudo que sea alto el porcentaje de argentinos que escuchen tango, lo que no está bien ni mal, porque el tango no es una obligación, pero creo que a veces este tipo de cosas, como que Gardel es un icono, se plantea sobre un supuesto no muy chequeado empíricamente. Queda muy lindo hablar bien del tango, es bien pensante, inocula capital simbólico hacerlo, pero después no se escucha, no gusta, ni interesa de manera masiva.

¿Qué lugar de la ciudad de Buenos Aires relacionas más con el tango?

Para mí todo tiene tango, los subtes, los bares, las librerías, mi casa, la carnicería de la esquina, el almacén...todo.

¿Qué es lo que más te gusta del tango?

Su estatura poética, su complejidad musical, su originalidad, su mirada metafísica y existencialista. Pocas veces la música popular ha podido mezclar música y letra con el nivel que el tango logra. Por poner un ejemplo, uno escucha la melodía creada para "Fruta Amarga" por Hugo Gutiérrez y eso, solamente, alcanza para que ya sea una gran canción, sin embargo a eso se le suma la precisión poética de Homero Manzi y es ahí que el género logra cosas increíbles.

¿Hay alguna relación entre la historieta y el tango?

Vinculante y puntual, creo que ninguna, eso sí, hay buen material si a uno le interesa sacar del mundo del tango elementos e historias para contar en historieta.